Comité de bienvenida y los superpoderes

Comité de bienvenida y los superpoderes

Ya había oído hablar en la tele de los “módulos de respeto” y desde que supe que iba a entrar en prisión, me informé un poco más y supe enseguida que era ahí donde iba a intentar cumplir mi condena. Recuerdo, como si fuera ayer, el alivio que sentí cuando el educador del M.E.R 6 (Módulo de Educación y Respeto), un tipo afable, con muchos años de carrera y con quien da gusto trabajar (eso lo comprobé más tarde), me clasificó tras una breve entrevista en el departamento de ingresos:

Tu te vienes al MER de cabeza, seguro que puedes ayudar mucho.”

El educador, entre otras muchas cosas, se encarga de dinamizar el contenido formativo dentro del módulo y asegura, con ayuda de una organización formada por otros presos, que las normas de respeto y educación se cumplan. Llegué al M.E.R con cierto alivio, ya veis, aún estando en la cárcel, el M.E.R se me antojaba como la tierra prometida.

Me recibió Rober, preso responsable del comité de bienvenida y lo hizo de una manera que jamás olvidaré. Sólo hay una oportunidad para causar una primera impresión y la impresión que consiguió este tipo que yo tuviera del módulo superó todas mis expectativas. Hay gente que es un poco alquimista y con su entusiasmo tiene la virtud de convertir el plomo en oro.

Rober tiene 48 años, pero su actitud jovial y su apariencia le quitan diez. Es de Murcia, como casi todos aquí, sin embargo parece provenir de algún país nórdico y alberga cierto aire de vikingo escandinavo. Bajito, robusto y con el pelo rasurado. Su cara es afable y su sonrisa amplia y fácil. Tiene la piel bruñida por el sol de horas y horas dando clases de crossfit y yoga en el patio. Su indumentaria, a base de marcas tipo North Face, Columbia, Rip Curl u O’neill, le confieren una apariencia entre surfista vividor y montañero intrépido, impropia de estos parajes.

Al verlo, me sorprendió su aspecto atlético y risueño, como el de un colega con el que quedas un domingo por la mañana para subir a una montaña. Me estaba esperando paciente, al otro lado de la puerta metálica por la que se entra al módulo, con un gesto amable y servicial. La situación al principio me pareció un poco cómica, incluso surrealista. Nada más poner el pié en el módulo, me ayuda afanosamente con los bártulos, como si fuera el conserje de un hotel de lujo.

— Buenos días, mi nombre es Roberto, bienvenido al módulo 6 ¿te puedo tutear?

— Buenos días, claro, soy Isaac, encantado de conocerte.

— Encantado. Estoy aquí para ayudarte en todo lo que pueda ¿eres “primarioverdad?

— Sí, ¿tanto se nota?

— Lo llevas tatuado. ¿Vienes para mucho?

— Una larga temporada si. 7 años.

Conforme lo digo me recorre un escalofrío por todo el cuerpo. Lucho interiormente para que no se me note. Sin embargo, Rober, no sólo no pone cara de susto ante la barbaridad de mi condena, sino que se ríe como quitándole importancia.

— Bueno, si lo haces bien saldrás mucho antes y cuando te quieras dar cuenta estarás pillando permisos. Esto va a ser como una mili larga. Aprovecha el tiempo y listo.

En ese momento me resulta difícil contenerme para no darle un abrazo. Joder, quiero llorar. Cuando descubres que alguien que no eres tú, confirma que lo que tu te llevas diciendo a ti mismo para consolarte no es sólo un bálsamo ficticio sino que puede tener sentido, de pronto llueve en el desierto.

— Bueno, vamos a dejar tus cosas aquí hasta que abran las celdas y te voy a acompañar a la oficina del coordinador. No te preocupes por los bártulos, esto es un módulo de respeto, nadie te los va a tocar, aquí a los que no cumplen las normas les cortamos las manos rápido. -me dice entre risas, desdramatizando con humor la situación- Ahora haremos el ingreso y te asignaremos una celda. ¿Fumas?

— No.

— Perfecto, yo tampoco, ahora el módulo está bien de gente, así que si no fumas vas a estar sólo en el “chabolo”. Por cierto, Isaac, tú eres deportista ¿no?

— Bueno sí, me gusta mucho el deporte.

— Cojonudo, esa es la mejor manera de quitarte cárcel. Aquí se puede cultivar muy bien el cuerpo y la mente ¿sabes?. Si duermes bien, haces deporte y lees, la condena pasa rápido y te fortalece, ya verás. ¿Qué deportes haces?

— En el mar casi de todo - y conforme sale esa respuesta de mi boca me siento como un auténtico idiota...- Pero, también me gusta mucho correr.

— ¿Has hecho alguna media?

— Si, llevo unas cuantas... ¿Tú corres también?

— Yo hago de todo Isaac, pero correr no es a lo que más le pego. Yo soy el profesor de crossfit y yoga. Espero contar contigo... Te vendrá bien para complementar la carrera.

De nuevo me recorre una ola de esperanza por el cuerpo, por fin algo parece ir bien. La vida deja un rato de darme puñetazos en la barriga. Ya era hora ¿no?

— Pues cuenta conmigo, voy a necesitar mucho de las dos cosas y si puedo ayudar yo en algo puedes contar conmigo.

— Tranquilo, ya verás como sí. De momento aterriza y ya irás viendo como si quieres ayudar, lo vas a tener fácil, estoy seguro.

La vida nos pone a personas en el camino, como señales que influyen en nuestra dirección y en nuestro destino. Es importante saber verlas e interpretarlas. En este caso, Rober se convierte por arte de magia en un letrero esplendoroso lleno de luces de neon, luminosas y parpadeantes, que anuncian en medio de este árido desierto y en letras gigantes “AGUA” y yo estoy muerto de sed y mis labios empiezan a agrietarse.

Con el tiempo y tras observar muchos procesos de bienvenida hechos por Rober con idéntico protocolo al mío, me di cuenta de que no a todos les impactaba como a mi lo hizo. Pienso que eso debe tener que ver con la química, cuando se juntan dos seres con exceso de partículas de positividad se produce una explosión de entusiasmo. Pronto me di cuenta de que este tipo es uno de esos especímenes exóticos entre la diversa fauna que habita en este lugar. Algo fuera de serie. Un hombre que a pesar de tener 9 años de cárcel por narcotráfico de marihuana, cuando te paras a observarlo, te da la sensación de que no se le ocurre otro lugar mejor donde estar que aquí dentro. No quiero decir que este sea su elemento, Dios me libre, es más, se podría decir que Rober es un tipo que está hecho para vivir entre surfistas o montañeros, pero vive cortejando con buen ánimo cada día de prisión, como el que engaña a la suerte y lo hace bien.

No es lo normal, claro que no. La naturaleza y en especial estos bosques, albergan infinidad de seres oscuros que por diferentes razones, algunas muy tristes, actúan como ladrones de energía y desalientan tu lado positivo y estable. Mucho cuidado con dejarse atrapar por el embrujo de su energía. Justo en las antípodas están los seres como Rober. Almas que funcionan como una especie de termostato y que con su entusiasmo y su empatía consigue regular la temperatura del ánimo de los que le rodean. Admiro profundamente esa habilidad. Lo de la bienvenida sólo es un aspecto donde Rober muestra su superpoder. De hecho lo hace constantemente. Creo que todos tenemos algún tipo de superpoder, lo que sucede es que la mayoría de la gente llega al final de sus días sin descubrirlo. Otros como Rober, no sólo lo descubren, sino que lo potencian y lo despliegan con convicción a lo largo de toda su vida y lo hacen cada vez mejor.

Tras muchos meses aquí dentro Rober y yo hemos vivido muchas cosas juntos, además es alumno en mis clases de inglés. Le confesé, al terminar una clase, lo importante que fue para mi su brillante e inolvidable bienvenida.

— Tengo que hablar contigo Rober, eres un fenómeno y tengo que agradecerte algo.

— ¡Qué dices teacher!, no flipes, joder se me pasa la hora volando en tus clases de inglés. Ha molado mucho la frase de hoy, “no pain no gain” “no pain, no gain”.

— Gracias tío, pero eso es una broma en comparación con la magia que hiciste el día que entré en este agujero. Me parece alucinante la energía que despliegas a tu paso tío. Y quiero que sepas, que la bienvenida que me hiciste cuando entré aquí dentro me marcó y jamás la olvidaré. No te haces una idea de lo que me ayudaste. De verdad, no te lo imaginas.

Su mirada se desvía ligeramente hacia abajo con timidez y esboza una sonrisa tímida que no corresponde para nada con lo que me va a decir.

— Me lo imaginé Isaac, sé que ese momento es muy importante para la gente que entra por primera vez en prisión y también sé que todo lo que das en esta vida sin esperar nada a cambio te viene de vuelta. Se llama Karma y anda suelto por ahí.

Jamás olvidaré esa conversación. Es el mensaje de alguien que conoce y domina su superpoder. La voz de un preso, en una conversación aparentemente insulsa, un domingo cualquiera entre rejas, pero que contra todo pronóstico, condensa una sabiduría que bien podría ser la de un viejo y sabio monje al que te encuentras durante un viaje iniciático por Katmandú en búsqueda de la verdad. ¿Y tú?¿has descubierto ya cuál es tu superpoder? :)

Cuestión de organización

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Flores en el cemento

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