Avituallamiento emocional en la adversidad

Avituallamiento emocional en la adversidad

Supongo que te preguntarás que maneras tenemos los reclusos para comunicarnos con nuestra gente. Para mí, sin duda, la comunicación fue desde el principio una de mis principales preocupaciones. Que el sistema te elimine de la sociedad es doloroso, pero que te separen de los tuyos puede ser traumático. En la prisiones españolas, e imagino que en las de todo el mundo, las comunicaciones están fuertemente racionadas. Y son cinco los formatos que me permiten conectar con el exterior:

1. Comunicaciones por cristales:

40 minutos a la semana de comunicación claustrofóbica en un frío cubículo con aspecto de pecera abandonada. Mide unos 2 metros cuadrados y se divide en dos partes por un grueso cristal, comunicado por un interfono que a menudo sufre sospechosas interferencias. A pesar de este panorama, aprovecho esta oportunidad de comunicación con devoción y gratitud porque supone un avituallamiento estrella en esta prueba de resistencia que es estar en prisión. Me sirve, nada más y nada menos, que para ver semanalmente a mis familiares y amigos (sólo 5 personas ajenas a tu familia cada 6 meses (restricción que ha provocado que muchos amigos aún no hayan podido venir a verme).

Tener a un ser querido a centímetros y no poder tocarlo ni abrazarlo es una situación que no le deseo a nadie. Es fácil sucumbir a la sensación de sentirse como un animal peligroso del que hay que protegerse. A veces pienso que debe ser un espectáculo observar esa hilera de peceras que dividen la prisión del mundo libre y que rebosan de personas agitándose en un alarde espeso de besos al aire, caricias cristalizadas, palmadas sordas, aspavientos febriles y todo tipo de expresiones no verbales. A menudo sostengo la mirada de mi visitante mientras acerco mi mano suavemente al frío cristal sugiriendo que él superponga la suya sobre la mía hasta que empieza a fluir una invisible y poderosa corriente de energía positiva y afecto que disfrutamos durante unos instantes.

2. Comunicaciones telefónicas**:

Contamos con 10 llamadas telefónicas a la semana de un máximo de 5 minutos cada una. Llamamos desde una terminal telefónica que recuerda a las cabinas de teléfono que utilizabamos antaño. Es el canal por el que se cuela a diario un pedacito de la vida que dejaste tras las rejas. Es un poema analizar, mientras esperas tu turno en la cola, las caras de los internos tras esas breves duchas de alegría o tristeza, porque es también desde ese canal donde a menudo se comunica el anhelo, la carencia, la pena y las malas noticias. Imaginaros lo duro que es sentir la impotencia de no estar junto a un ser querido cuando lo necesita.

Cada vez que tengo que llamar a casa para hablar con mi mujer y mis tres hijos debo hacerlo en 5 minutos. Ante esta situación me veo obligado a planificar minuciosamente las llamadas. Raciono el tiempo para cada uno, buscando la esencia del mensaje y comprimiendo toneladas de cariño y energía positiva en cada segundo. Aseguro tiempo para escuchar a quien más lo necesita. Evito a toda costa que nos sorprenda el implacable pitido que anuncia el inminente fin de la llamada y que les recuerda que papá está preso y tiene limitadas las llamadas. A veces hablo con los cuatro en una llamada (mis tres enanos y mi mujer) y otras, dedico los 5 minutos para tratar algún tema cotidiano en profundidad, como un partido de fútbol importante para Isaac Jr, el próximo examen de ciencias de María, una riña de Paula con una amiguita o temas de organización doméstica con mi mujer. Todo ello intercalado siempre con múltiples y variadas declaraciones de amor y esperanza.

3. Vis a Vis:

“Por fin podré abrazarte”. En Efecto, el vis a vis es el único formato de comunicación en prisión que permite el contacto físico. Dos veces al mes podemos burlar nuestra suerte con nuestros familiares y parejas respectivamente. Recuerdo el primer vis a vis familiar. Lo hice coincidir con mi primer cumpleaños en la cárcel. Tuve la certeza de que ese día iba a ser trascendental y que tenía que reunir valor para darle a mis hijos y a mi mujer un recital de entereza y optimismo. El objetivo: restarles angustia y ofrecerles serenidad. Hice todo lo posible por desdramatizar y entregarles un pedazo de esperanza. Los visitantes no pueden traer comida al encuentro (suelen ser registrados para evitar que se pasen drogas o armas), así que eres tu quien tienes que proveer el “catering” para amenizar la velada. Solemos hacerlo comprando en el economato, un diminuto supermercado desde el que se sirve a través de una ventana y en el que puedes encontrar productos que sirven para complementar la dieta ordinaria y así, siempre que tengas “peculio”, poder darte un capricho como una lata de conservas, café, algo de bollería, algún yogur, snacks, refrescos sin alcohol o artículos de aseo entre otras cosas. Pero claro, nada de tartas… Así que me busqué la vida para hacer una con una receta que improvisé (siempre me ha gustado cocinar) y que más tarde se haría famosa aquí dentro.

Acumulé el rancho de galletas de seis desayunos (paquetes de 5) para hacer una base que mojaría con café bien azucarado. Entre cada capa, extendí una crema de cacao cuajada a base de batir sobres de cola-cao, azúcar y batido de chocolate dentro de una botella de plástico cortada por la mitad, un mejunje delicioso parecido a la Nutella. Una vez asentadas las cuatro filas de galletas, hice la capa superior a base de yogur griego al que di consistencia con un par magdalenas trituradas. Usé como recipiente una fiambrera redonda. Ahora faltaban las velas... Fui al taller de manualidades que hay en el módulo y conseguí que me hicieran 2 velas con forma de 4 a base de miga de pan coronadas con hilos para pulseras a modo de
mecha. Por último, conseguí sin mucha dificultad que los chicos del economato me metieran la tarta en la nevera hasta el deseado momento. Ya tenía mi tarta.

La capacidad de IMPROVISAR, la creatividad y la determinación para superar este humilde desafío (hacer una tarta en prisión con sus velas), no sólo me ayudaron a conseguir el objetivo final que me había marcado, sino que, además, me ofreció la convicción de que esa tarta que me propuse hacer, además de estar riquísima, escondía un mensaje para mi familia de esperanza, ilusión y rebeldía.

Como decía, cumplí el objetivo. Apenas dejé espacio para los sollozos, más allá de los provocados por la emoción de un primer abrazo tras tanto tiempo y en esas circunstancias. Los contornos de la habitación se llenaron pronto de amor y complicidad. El mundo se detuvo y nos colmamos de besos, de relatos apresurados, de mensajes alentadores y, por su puesto, de un inolvidable y emocionante “cumpleaños feliz”.

4. Cartas:

No tenemos restricción alguna en lo que a mandar y recibir cartas se refiere. Me empeño en contestar rápido cada una de ellas y mantengo charlas de todo tipo que duran meses usando este método. Doy gracias a Dios por recibir cartas casi a diario. Las cartas construyen un puente con el exterior y siempre son alentadoras. Mantener correspondencia con alguien es como mantener una conversación íntima, como tomarte ese café o esa copa en el que suelen salir los asuntos del corazón. La idea de este blog, o más bien la necesidad de escribirlo, surgió de la calma que me proporcionaba escribir cartas. Ya he explicado en el arranque de este blog que creo firmemente en el poder curativo del relatar y escribir acerca de nuestras experiencias y sentimientos.

Las cartas además suelen contener sorpresas, como las fotos que pueblan el corcho de mi habitación, como los dibujos infantiles de mis hijos que me hacen llorar, como los libros que me acompañan en las largas horas de celda, como las revistas que me entretienen o como los acordes o partituras que contribuyen a que siga tocando la guitarra y cantando aquí dentro, en veladas únicas de las que os hablaré más adelante.

5. Mi blog:

Sin duda, para mí este es un mecanismo de comunicación muy valioso por todo lo que ya expongo en el post “Me sobran los motivos”.

Ya he dicho que el afecto es sin duda el mecanismo de protección más poderoso frente a la adversidad. Por eso, una de las 9 estrategia que vectorizan mi plan es la “gestión del afecto” y también es uno de los principios que lo sustentan.
En situaciones de sufrimiento*, la conciencia de nuestra “red afectiva” y cómo la gestionamos va a ser crucial. Es posible que ante un desastre empresarial, un fracaso sentimental, la pérdida de una ser querido o cualquier otro tipo de “descalabro vital” nos invada cierta tendencia a aislamos, albergando tal vez un reparo a exponernos como seres vulnerables. Nuestra sociedad parece que nos avoca desde pequeños a no ser “lloricas”, a ser autónomos e independientes para superar los problemas. Disfraza esta actitud de virtud y nos recompensa por una supuesta “fortaleza” que irremediablemente nos convierte en seres pudorosos con nuestro dolor. Sin embargo, no saber mostrarse vulnerable y esconder a toda costa nuestro sufrimiento* es muy peligroso, precisamente porque no nos permite gestionar debidamente nuestra red afectiva, que puede ser, como he dicho, inmensamente sanadora. Atención, estoy refiriéndome a situaciones de sufrimiento real, a escenarios extremos o muy difíciles, a situaciones que sacuden nuestra vida y, en ningún caso, a los “pitufos gruñones” que se pasan la vida entonando la queja.

¿De dónde sale esta idea? De mi observación mientras estoy aquí en prisión. De cómo los internos gestionan su red afectiva durante su privación de libertad y de cómo existe una relación directa entre esa gestión de sus relaciones afectivas y el grado de inmunidad al sufrimiento.


ZONA ACCIONABLE:
Intento sintetizar las ideas fundamentales del post en estas dos fórmulas:

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Te propongo coger un folio y escribir en una sola cara y con letra clara y grande las personas más importantes para ti y en las que confías. Titula esa lista con algo así como “Mi gente” e intenta adoptar estas 4 actitudes:

  1. Se proactivo a la hora de gestionar el afecto. Invierte tiempo y atención en ello y en cada una de las personas de esa lista. Ponte en modo “ofrecer, escuchar, expresar”.

  2. No tengas temor a mostrarles tu vulnerabilidad. Las personas confiamos más en aquellos que no tienen reparos en mostrar sus sentimientos, más aún si hablamos de la gente más cercana a ti.

  3. Pide ayuda si es necesario, el afecto es sano cuando es de ida y vuelta. No tengas reparo en levantar la mano si te ahogas. Recuerda lo que se siente cuando has ayudado a alguien y regálale esa oportunidad a tus seres queridos.

  4. No te olvides de los que se quedan fuera de esa hoja, pero que no te condicionen jamás. Focalizate en la lista. No te escondas y menos pretendas complacer a todo el mundo. Antonio Machado decía que “de cada 10 Españoles, 9 embisten y 1 piensa”, y eso es aquí y en la conchinchina. PASA DE LOS QUE EMBISTEN.

* Me refiero especialmente a lo que he denominado “Los 7 jinetes del sufrimiento”: Vergüenza, miedo, angustia, culpa, resentimiento, pena y dolor.

** Sirva el presente post para mostrar mi asombro e indignación por el precio abusivo que un interno tiene que pagar por cada llamada de 5 minutos a un móvil. ¡1,76€! Con lo que una familia puede comprar un cartón de leche, una barra de pan y una lata de conservas. No olvidemos que entre la población reclusa existe un elevado índice de pobreza e indigencia. No tengo ni idea de que tipo de contrato existe entre Instituciones Penitenciarias y Telefónica, pero carece de todo sentido teniendo en cuenta todas las compañías que operan en España y que ofrecen al mercado una media de precio por minuto infinitamente más bajo. Muestro aquí mi rabia y  frustración porque en este post hablo de la importancia de las comunicaciones durante la privación de libertad y son muchas las personas a las que se les penaliza este derecho con un precio fuera de toda lógica de mercado y que pienso vulnera claramente el derecho de comunicación de los presos sin recursos.

Más de 7.500 vueltas

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El rinoceronte atrapado

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