Más de 7.500 vueltas

Más de 7.500 vueltas

Escrito el 27/10/2018

Son las 9:27h de una helada mañana de finales de octubre. Esta cárcel está en un páramo y aquí se extreman siempre las temperaturas. Hoy tocan 14 km. Me pongo los auriculares (Rock FM) y me ato fuerte las cordoneras de mis "Asics" para superficie dura, porque la superficie que piso es cemento puro, el cemento gris y siniestro de una prisión. “Si, no lo olvides Isaac, esta será tu superficie básica de entrenamiento durante bastante tiempo”. Mis ojos inspeccionan el minúsculo circuito que tantas veces he recorrido y parece que hay más obstáculos de lo habitual. Hoy no hay actividades programadas y los internos deambulan en círculo con la mirada somnolienta. Otros hacen pequeños corros y fuman mientras conversan y se ríen mostrando sus dentaduras maltrechas y cercadas por el humo y el café.

Mientras estiramos en el templado recodo de sol que ha empezado a colarse por los muros que rodean el patio, empiezo, no sé porqué, a hacer unas cuentas mentales. Si he hecho una media de 50 km por semana incansablemente desde que estoy preso y han pasado 21 semanas desde que entré, he corrido un total de 1050 km. Teniendo en cuenta que en cada vuelta al patio recorro 135 m, esquivando presos e ignorando muros, he tenido que correr en circulo más de 7500 vueltas y pienso: “eso si que es un entrenamiento radical chaval”. Durante mi circular carrera bien podría sentirme como una ratón en una ratonera Y joder, es así como a veces me siento, pero hoy bloqueo, aislo, encierro y sustituyo ese pensamiento negativo.

Cómo se que es una clave para superar cualquier prueba vital, pongo tanto empeño en apartar pensamientos negativos que tengo la sensación de que cada vez lo consigo con mayor facilidad, con menos esfuerzo. Lo suelo conseguir ejercitando una simple regla de sustitución, cambiar los malos, por los buenos. No obstante, hay veces que se me cae la cárcel encima y entonces no hay sustitución posible. Para qué engañarnos, los pensamientos positivos se vuelven huidizos, enanos, volátiles...

Pensamientos positivos, como la certeza de que corriendo me siento libre. Pronto estaré sudando, con el cardio arriba y segregando la única pastilla que tomo a diario casi con fervor religioso: mi dosis de endorfina. Doy gracias a Dios por haber puesto el deporte en mi vida y especialmente el running, porque ahora en prisión, además de quitarme horas de cárcel, se alía indudablemente con mi pensamiento positivo y desencadena el mejor proceso químico para neutralizar el mal rollo.

No corro solo, me acompaña Raúl, un tipo con clase, amante de todo lo que suene a “Indie” y audaz economatero del módulo 6. Raúl, alias “Morgan”, por Morgan Freeman; se ha convertido en alguien importante en mi aventura carcelaria. Tal vez no haya escuchado nunca la frase “amor con amor se paga", pero él la ejercita con rigor. Es generoso y de los años que lleva pagados, atesora una sabiduría inmensa en esto de estar preso. Una sabiduría que no duda en compartir conmigo para allanarme el camino. Es mi “ábrete sésamo” en prisión. No hay una respuesta que no tenga o un camino que no conozca. Raúl, además de ser buen tío, es inteligente y nuestras charlas “positivas”, especialmente las que tenemos durante las largas horas de entrenamiento, son para mí como una lluvia fresca en el desierto. Él se empeña en llamarme "Personal Trainer" y yo, la verdad, me siento orgulloso de poder desempeñar, aunque sea torpemente, ese papel.

Los muros, coronados de amenazantes alambres de espino, se alzan cada mañana alrededor de nuestra carrera para recordarnos que somos reos y que no tenemos libertad. Pero nosotros los ignoramos y nos sentimos libres. Nos escapamos con una buena charla o emprendemos una evasión imaginaria por campos, playas, praderas, caminos y ciudades en las que ya corrimos y que ahora quedan muy lejos. Hay que empoderar y ejercitar la imaginación. Y más en situaciones de opresión.

Aunque Raúl ya corría antes de que yo llegara a la prisión, no lo hacía con frecuencia ni disciplina. Estaba en forma, eso sí, pero a base de dar saltos durante horas, encima de una manta como un poseso y sin comba. Como dice él: “fobias de preso”, concepto que ha adaptado de la canción "Amar el conflicto (todo lo que importa)” de “Viva Suecia", que me descubrió y me encanta.

Raúl hace tiempo que puede disponer de permisos, esa especie de “vacaciones” carcelarias que suponen breves pero intensos anticipos de libertad. Hace tres meses, parte por amor propio, parte por desafío personal y parte por demostrarle a más de uno su valor, se propuso hacer una carrera de 20,8k. Alicante-Santa Pola, una prueba que se celebrará este domingo 4 de noviembre. A Raúl le faltaba tener un propósito que le estimulara lo suficiente como para comprometerse. Y el propósito fue ese.

(La siguiente parte del post fue escrita después de la carrera)

Yo, que llevo unas cuantas medias maratones y triatlones en el cuerpo, me comprometí encantado a, durante esas 12 semanas, planificar y acompañar su entrenamiento. Finalmente cumplimos el objetivo. Raúl concluyó su primera media con mejor tiempo de lo previsto, consiguiendo bajar de 1 hora y 50 minutos. No está nada mal, pensando en que fue su primera media fumaba casi un paquete diario y el entrenamiento se produjo íntegramente en prisión. Vino emocionado con sus fotos y me regaló la camiseta oficial de la media, que yo utilizo en su honor en alguno de los entrenamientos. Raúl se irá de tercer grado la semana que viene y antes de marcharse le voy a regalar un libro que os recomiendo si os gusta el running: “De qué hablo cuando hablo de correr” de Haruki Murakami. Raúl me ha prometido que va a dejar de fumar y que instalará para siempre el running en su nueva vida en libertad. Espero que reúna la voluntad para ambas cosas.

Es fundamental tener propósitos concretos para avanzar. El camino para alcanzarlos suele requerir sacrificio, pero la sensación de comprometerse, cumplir y “completar la misión” SIEMPRE es estimulante. Y si además estás atravesando una tormenta, el desánimo puede amenazar con bloquearte. Y una buena forma de evitarlo es comprometerte con algo.

Os decía que me guía un plan que detallaré más adelante y del que ya he hablado en este blog. Este entrenamiento que os he narrado forma parte de ese plan. Me siento bien cuando ejecuto mi plan y alineo mi forma de actuar y de pensar con él. Siento que acorto el camino hacia los objetivos que me he fijado y eso me reconforta más que ninguna otra cosa. Quiero hacer una maratón en mis primeros permisos, seguiré dando vueltas y vueltas para estar preparado.

Dibujo realizado por el recluso Antonio Cava Cava

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Estás justo a tiempo

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Avituallamiento emocional en la adversidad

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