Cuando el desamor visita a un preso

Cuando el desamor visita a un preso

“¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?” - Insurrección (El último de la fila)

Sin duda, una de las peores cosas que te pueden pasar estando preso es que tu mujer te abandone. Viene a ser la confirmación de uno de los miedos insistentes de todos esos reclusos que pasan su condena atormentados por los celos. Es nada más y nada menos que la pesadilla recurrente hecha realidad. Dicen que el amor no tiene medida, pero a mi me parece de lo más normal, que ante determinadas condenas tu pareja decida rehacer su vida sentimental. Y como en esta maravillosa vida hay de todo, otro día os prometo una historia de lealtad infinita de una mujer que lleva esperando más de 14 años a su marido preso.

Una de las pocas cosas buenas que tiene la prisión y por extensión la adversidad, es que actúa como unas gafas que te ofrecen la virtud de distinguir con nitidez qué personas son las que realmente te aprecian. Es como un antiparasitario radical que ahuyenta milagrosamente todo lo que no es auténtico en tu vida. También te descubre gente que era mucho más valiosa en tu vida de lo que pensabas. El último de la fila se encuentra entre “mis básicos” de mi repertorio de guitarra. El otro día, cantaba con L Insurrección (os vais a acabar pensando que me paso el día tocando la guitarra y que conste que no es así) y noté que se le nublaba la mirada al cantar eso de “¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesite?”. Dejadme que os resuma su historia:

L es un tipo guapo de cojones. Con sus 40 palos recién cumplidos, despliega una sonrisa de anuncio que se cepilla varias veces al día con el cepillo y la pasta que pasea en su mochila. Su mirada es astuta, de depredador pequeño pero infalible y la dispara a ráfagas de un azul concentrado y oscuro. Es flaco pero fibroso, su estatura es media y va tan erguido al caminar que da la sensación de ser más alto. L viste muy bien y es elegante hasta cuando lleva chándal. Siempre de marca, siempre afeitado y bien peinado, siempre limpio. No va perfumado porque el perfume aquí está prohibido, pero él siempre huele a jabón. Es fácil creerle cuando dice que siempre ha tenido todas las mujeres que ha querido y alguna más, pero que la mujer de su vida se le escapó. L representa una de las imágenes que más me impresionaron cuando entré en prisión. Una de esas imágenes que por fin coincidía con las secuencias de las películas carcelarias. Me asomé al diminuto gimnasio del módulo y le vi haciendo dominadas en una barra incrustada en la sucia pared, sin camiseta, mostrando toda la espalda y los brazos tatuados, seguro que por un buen artista. Dos grandes pistolas en el centro de la espalda, como si fueran alas, frases lapidarias y fechas simbólicas, el rostro de una mujer bonita, estrellas, adornos florales entre calaveras sombrías y un dios griego majestuoso y muy bien dibujado en el costado derecho. Todo bañado en sudor y al son de sus bramidos. “Estética taleguera al más puro estilo Hollywood” pensé.

Un buen día se acercó a mí y con mucha educación me dijo algo así como: “Se nota mucho que tú no eres de este mundo, se nota hasta en tu forma de caminar, te lo dice un tío con muchos años de cárcel”. Al principio no acabé de entender el significado de aquella aproximación. Me sorprendió mucho y enseguida me di cuenta de que lo único que pasaba es que L anhelaba el contacto con cosas que, precisamente, no fueran de este mundo. Ahora desayuno muchos días con él y con un colombiano al que llaman “Parcero” y con el que cuando hablas, te sientes como en la mismísima Hacienda Nápoles hablando con Pablo Escobar. De esos desayunos os tengo que hablar algún día.

L lleva en la espalda muchos años de cárcel, de los cuales algunos ha cumplido fuera de España. Tras varios años en búsqueda y captura por tráfico a gran escala, fue finalmente detenido por la INTERPOL en Rabat.

Por mucho poder y dinero que tengas Isaac, es un castigo vivir huyendo con mujer e hijos. Un puto caos. -me dice L mientras moja una magdalena en su infusión de manzanilla- Si viajas sólo hasta puede ser divertido, pero así no hermano, así no. -Tiene un punto este chico de dignidad que me asombra. Me dice con una sonrisa enigmática que esconde un “así es la vida”- Sin riesgo, no hay gloria Isaac y yo perdí. Ahora cabeza alta, me toca pagar y punto, me pasé de listo. Siempre me prometía a mí mismo que era la última vez, que esa iba a ser la última operación, y al final fue la última operación la que terminó conmigo.

Voy a intentar reproducir sin florituras la breve confesión de su derrota en el amor en forma de abandono. A ver si consigo que os podáis imaginar mi sensación cuando la escuché. Pido disculpas por los “tacos” que se emplean. Me han parecido absolutamente necesarios para que el relato no pierda autenticidad. Vale, te pongo en situación. Me dice casi con cara de arcada, destapando las ganas de vomitar esa lava de dolor que lleva dentro y que sigue incandescente:

Llevo ya tres años en una cárcel de Marruecos, ¿ok? Una cárcel tío que no te vas a poder imaginar por mucho que te cuente. Vamos a ver, ni vis a vis ni nada, un agujero oscuro rollo mazmorra. Sí, sí, mazmorra, de las peores cárceles del mundo, pero vale, vale, ya te contaré esa película, no te lo vas a creer.... Bueno, al tema, ahí estoy yo tío, rodeado de peña muy chunga, aguantando el tirón que no sé ni cómo, luchando por levantarme cada día en ese infierno, sin rendirme ¿sabes no?, tirando de huevos, porque ahí hay que sacar la mano a pasear tío cada dos por tres...pim, pam, pum, marcar la cancha, ahí las navajas y los pinchos vuelan, o te ven fuerte o eres hombre muerto...y te follan literalmente ¿Sabes? Sí, sí, no pongas esa cara, te follan, pero la verdad, yo estaba muy fuerte, así como me ves ahora, ¿ok? y ¿Sabes por qué? Pues porque tenía amor tío, A-M-O-R - joder no me mires así coño... sí, sí, mi mujer y mi hija, eso sí que es energía hermano....porque en ese momento no hay más luz que ellas ¿sabes? lo son todo joder, TO-DO y bueno, que te quede claro, yo aquí pringando pero ya me conoces ¿no?, las dejé bien arregladas. Vamos, que me encargué de que no les faltara de nada, pero de nada. ¿sabes cómo te digo no?.

L echa la silla para atrás ruidosamente para ganar espacio. Mientras habla da saltitos y no para de gesticular, como si hiciera señas a un avión que va aterrizar.

A ver Isaac, esta cárcel tío es un puto hotel en comparación con ese infierno, que sí, que sí, que esto también es una puta mierda, pero eso era el infierno, el in-fier-no. Y lo que te digo, que ya me conoces, que yo no soy de quejarme eh... bueno eso, que yo ahí aguantando, motivado, fuerte tío a pesar de todo ¿y sabes por qué? Porque mi mujer me dice que está a muerte conmigo, que me quiere y que me espera, que me espera joder, ¿sabes lo que significa eso? Vamos a ver, eso como que lo es todo ¿no? pero espera, espera, que te vas a cagar, porque un buen día, qué digo, un puto día, un puto lunes por la tarde, llovía tío, llovía mucho tío y eso es raro en el puto Marruecos eh, pues llovía como en su puta vida...bueno, bueno, ¿sabes? me dice tío, que no puede seguir esto así. Sí de sopetón, se queda callada un momento y me lo suelta. Que tenemos que dejarlo. ¿Que tenemos que dejarlo? Me cago en la puta Isaac, que me quedé mudo y se me cayó el puto teléfono al suelo. En serio, en serio, el teléfono al suelo, y yo en shock. ¿Que qué hice?. A ver, tengo un recuerdo borroso tío, como si me hubiera cogido el pelotazo más largo y potente de mi vida... y eso que yo no bebo ni me drogo, que ya me conoces ¿sií o no? Se me cayó el teléfono de la mano y yo me caí en un puto agujero negro. Y un año después de estar cayendo, ¡un año después!, volví a abrir los ojosy empecé a dejar de amanecer abatido por no haberme muerto mientras dormía ¿Tú me ves ahora no? Pues imagínate tío, diez kilos menos, los ojos hundidos, era una calavera, chatarra humana Isaac, sucio, descuidado... Y me comí ese banquete de mierda a pelo, sin una puta pastilla. Y me moría joder, me moría, pero ya me ves, aquí estoy.... ¿no?

Mientras me cuenta todo esto, sus labios tiemblan con cierta emoción y su mirada se vuelve inquieta, oscura y extraviada como la mirada de un hombre que verdaderamente ha experimentado un dolor inhumano que sólo se puede intuir. Creo que soy capaz de entender cómo tras esa llamada L perdió completamente la ilusión por la vida. A veces la adversidad se viste de araña insaciable y despliega por tu vida su red como un drama asfixiante y mortal.

Y ya ves Isaac, que yo decía, no puedo, no puedo, imposible. Me cago en la puta ¿que no puedo? ¿Cómo que no puedo? Al final claro que puedes, siempre puedes. Amigo, somos mucho más fuertes de lo que pensamos. Sólo cuando la vida te pone a prueba te das cuenta. Hay que creer en uno mismo, ni nos imaginamos hasta dónde podemos llegar. No había forma de comerme esa bazofia que me daban en la cárcel de Marruecos y al final, comí. No podía dormir hacinado y rodeado de tíos que apestaban y acabé durmiendo a pierna suelta, no hablaba con nadie y acabé hablando árabe y francés, incluso acabé haciendo algún amigo. Somos más fuertes de lo que pensamos Isaac, mucho más.... pensé que el mundo se acababa cuando me cayeron los 16 años de trena y mírame, llevo 8 cumplidos joder, ¿me he muerto? Me lo veo hecho coño, me lo veo hecho, pero lo que casi me mata Isaac, porque de verdad hermano, casi me muero, fue que me dejara lo que más quiero. Se fue a tomar por el culo lo único que me mantenía vivo, lo único. Y hermano, fíjate tú, mírame, mírame bien Isaac - me dice levantándose de repente de la silla y dándose un puñetazo en el pecho- aquí me tienes ¿sí o no? Encontraré a otra mujer que me quiera o quién sabe, a lo
mejor unas cuantas.

A pesar de los gestos su mirada ahora se ha calmado. Yo pienso que debería estar triste y desolado pero no. Concluye su abrupta confesión con un extraño aire de serenidad como quien ha conseguido apresar la angustia y el miedo en una caja que maneja abriendo y cerrando a placer. Yo no sabía qué decirle, sólo intuí que lo último que L necesitaba es que me compadeciera de él, lo sé por que a mi me pasa algo parecido. Así que hice lo que siempre suelo hacer y le dije la verdad.

L, no sabes lo que me has ayudado con esta historia hermano, seguro que esa mujer viene de camino a tu vida.

ZONA ACCIONABLE

Esta es una historia de aritmética perversa porque es la suma de dos desgracias. Es un ejemplo más de que el diabólico refrán “a perro flaco todos son pulgas” se cumple implacablemente. Añádele al sufrimiento y la impotencia que supone estar preso, que te abandone la mujer de tu vida. Debe ser como ser un náufrago, que ya de por sí es bastante jodido y que, encima, se te escurra de las manos el madero de salvación que te mantiene a flote.

¿Qué hacer? Yo me quedo con la lección de L cuando me dice “Amigo, somos mucho más fuertes de lo que pensamos. Sólo cuando la vida te pone a prueba te das cuenta. Hay que creer en uno mismo, ni nos imaginamos hasta dónde podemos llegar”.

Cuando se ceba así la vida con uno hay que tratarla como hace Manolito con su profesor en esta breve historia:

El profesor situó a los alumnos en una escena:

Eres el piloto de un avión y de pronto empieza una tormenta. De pronto, un rayo sacude uno de los motores y el avión empieza a tambalearse, ¿Cómo reaccionarías?

Manolito levanta la mano y dice sin vacilaciones:

- Muy fácil profe, utilizaría el otro motor para llegar hasta el aeropuerto más cercano.

- Muy bien Manolito -dice el profesor- Supongamos ahora que la tormenta lanza otro rayo y el otro motor se incendia.

Manolito, levanta la mano de nuevo y dice:

- No pasa nada, utilizaría el otro motor y llegaría hasta el aeropuerto más cercano.

- Bueno sí, vale, vale, pero imaginar ahora que llega otra tormenta, esta más fuerte aún y otro rayo sacude el motor que funciona.

Manolito, incansable vuelve a levantar con decisión la mano y dice sin inmutarse:

- Empezaría a planear y con el motor de atrás seguro que llegarla hasta el aeropuerto más cercano.

El profesor, ya cansado le dice:

- Pero bueno Manolito, vamos a ver¿ de dónde te sacas tu tantos motores?

- Pues del mismo sitio del que usted se saca tantas tormentas y rayos.

Carta abierta al Capitán

Carta abierta al Capitán

Crecer, ayudar, comunicar y El Cristo de Medinaceli

Crecer, ayudar, comunicar y El Cristo de Medinaceli