Banda Desorganizada

Banda Desorganizada

"El arte es una rebelión contra el destino” André Malroux

Mi madre dice que no tengo oído alguno para la música y tiene toda la razón. Sin embargo, eso no ha evitado que me entusiasme cantar. Me parece terapéutico y disfruto haciéndolo. Solo, acompañado, a capela, con la guitarra o bajo la ducha. Canto y canto, para espantar las penas y levantar el ánimo. Ahora, en prisión, lo hago más que nunca, como si me fuera la vida en ello. Echo de menos especialmente cantar con mis hijos o con Sara, la hija de unos buenos amigos que canta como los ángeles. Mi repertorio es ecléctico y esquizofrénico, paso sin despeinarme y con idéntica desentonación de Sinatra al Cigala, de Aute a Sting, de los Rolling a los Chichos o de Julio Iglesias a Metallica.

Tanto me gusta cantar que siempre soñé con la idea de tener una banda, formada por colegas rockeros con los que ensayar en un garaje, atiborrándonos de cervezas y compartiendo música y risas. Sólo conseguí juntarme de vez en cuando con compañeros de carrera con los que tocaba la guitarra en mis tiempos de universidad o disfrutar de muchas tardes de hoguera y cervezas, con mi amigo Gonzalo, antes de que este destierro llegara y que ahora me parecen un antesdeayer herido. El caso es que esa banda acabó siendo un sueño frustrado, como tantos otros. No me lo reprocho, fue cuestión de elección. Por aquel entonces me debió motivar más el waterpolo, la pesca submarina o el windsurf. La vida es así, amigos, vamos tomando decisiones que un buen día y casi sin darnos cuenta, nos convierten en lo que somos.

En la cárcel la guitarra me acompaña más que nunca. La toco con una mezcla de devoción y gratitud y, a veces, cuando la abrazo, me siento como el náufrago que se agarra a un madero. Lo hago a ratitos, arañando minutos al poco tiempo que nos queda fuera de la celda. Los que seguís estos relatos desde prisión ya sabéis que ando siempre enredado en algún papel, en alguna historia a cuestas, en alguna ensoñación añeja o sacudiéndome el veneno mientras leo o corro en círculos. Una mañana de sol y nubes cualquiera, poco después de ese “talego talent” que ya os narré, uno de los educadores me propuso formar parte de un proyecto inédito:

- Llevo tiempo queriendo formar un grupo de música y ya lo tengo a punto. Se trata de una banda modesta, que toque temas clásicos del pop y del rock y que se vaya renovando conforme vayáis saliendo en libertad. Nos falta la guitarra rítmica, ¿te atreves?

- ¿No me diga? Me parece una idea genial, no sé si estaré a la altura, pero por intentarlo que no quede... dígame dónde tengo que firmar. - Me apresuré a decirle con una mezcla de entusiasmo y sorpresa.

Allí mismo me amplió un poco su idea y me explicó que pretendía que además de tocar nuestros temas, fuéramos capaces de ponerles música a otros presos a los que les guste cantar. Quería abrir la banda a una serie de “colaboradores” eventuales. A mí, sencillamente me emocionó la idea y así se lo manifesté.

- Tiene mi escuálido repertorio y mis ganas a su disposición.

El grupo está formado por cinco componentes “titulares” y, como os he comentado, tantos colaboradores como se vayan sumando con el tiempo. Además, tener en cuenta que en este equipo hay que tener reservas a mano, porque, gracias a Dios, no nos vamos a quedar aquí para siempre.

A la batería tenemos a Y, un chico joven, recién llegado a los cuarenta, alto, reservado pero amable, sutilmente amanerado, de ojos azules y sonrisa tímida. Tocaba en un grupo de rock, pero ya hace mucho, antes de entrar en prisión, es decir, hace más de nueve años. Si tratas con Y te resulta muy difícil entender el motivo por el que paga cárcel: un crimen pasional en el que terminó con la vida de su novio. Aporta sensibilidad y experiencia al proyecto.

Al bajo tenemos a VS, aunque bien podría estar al teclado o a la guitarra, porque también los domina. Este músico de profesión, versátil y genuino, es un cubano maduro y gordito, siempre repeinado hacia atrás, chato, morrudo, rechoncho y risueño. Con ese acento cubano y su talante salsón te transporta al caribe cada vez que habla. Me parto con él, siempre lleva a los ensayos bocadillos, bollos o algún tipo de avituallamiento, como si nos fuéramos de excursión.

A la guitarra solista tenemos a R, del que ya os hablé en el capítulo “un hacker sin vocación”, también músico y, aunque lo suyo es más el violín y la bandurria, su digitación y su experiencia como músico han conseguido que se convierta en poco tiempo en un guitarrista solista al que da gusto escuchar. No hay desafío que se le resista y se pega unos punteos que me gustaría que los pudierais escuchar. Él fue el que, en un arrebato bien acogido por todos, bautizó al grupo como “Banda Desorganizada”.

El vocalista y eje de la banda es Josemi, un ilicitano alto y muy resuelto, casi recuperado de un viejo y turbulento idilio con las drogas y en cuya apariencia y actitud se da un revoltijo entre Elvis y Víctor Manuel. Nuestro cantante hace lo que quiere con la voz, tanto es así, que cuando estaba en libertad complementaba sus ingresos como pequeño empresario del calzado con actuaciones musicales en pequeños eventos.

Por último, un servidor, haciendo de guitarra rítmica y segundo vocalista, un pelín torpe, obstinado por aprender y muy agradecido por que le dejen formar parte de esta banda. Me siento afortunado por poder tocar rodeado de tanto talento, por poder aprender en cada ensayo y, qué coño, por poder burlarme un poco del destino, cumpliendo un sueño ya casi desvanecido entre lucha y barrotes. Como un hermoso ejercicio de resistencia ante el dominio enemigo.

Una de las mejores cosas de esta aventura es el lugar donde ensayamos, bueno, realmente lo es cualquier lugar que nos saque de esta feroz monotonía que nos envuelve cada día. Celebramos cualquier acontecimiento que nos aleje un ratillo de esta redundancia infinita y recalcitrante, que humedezca esta sequía sensorial, esta uniformidad tirana de colores, sabores, olores y sonidos. Tocamos en el salón de actos, una sala amplia y polivalente que hace de continente para todo tipo de eventos: una misa, una entrega de premios, un ensayo del coro, una proyección de cine y cosas así. Tocamos normalmente los martes por la mañana y lo hacemos durante un par de horas cada sesión. Nos subimos al escenario y allí, entre todos, disponemos con urgencia los instrumentos en su sitio para no perder el tiempo. Al principio era un lío, porque teníamos que ubicarnos, conectarnos, afinar, ponernos de acuerdo y, entre una cosa y otra, tardábamos mucho en arrancar, pero después de más de quince ensayos, a los cinco minutos de llegar ya estamos todos conectados y tocando duro. No entiendo de electrónica, pero los que saben, dicen que el equipo está bien, yo sólo sé que la primera vez que conecté mi Fender a esos altavoces me emocioné como un niño estrenando un PlayStation.

- Qué bien suena esa guitarra ¿no?

Cada día que ensayo me sorprendo a mi mismo disfrutando a conciencia del momento. Me dejo contagiar por el efecto energizante y evasor que posee la música. Observo asombrado cómo opera en nosotros como un catalizador de energía positiva inigualable que consigue durante las dos horas que estamos tocando que el tiempo pase volando y que la atmósfera carcelera y sofocante se disuelva por completo. De momento estamos trabajando con estos temas, ojalá pudiera grabar algo y compartirlo con vosotros:

Sin documentos - Los Rodríguez

Te echo de menos - Kiko Veneno

Take a breath - The Police

Lágrimas negras - Bebo y El Cigala

A quién le importa - Alaska

En algún lugar - Duncan Dhu

Rompeolas - Loquillo

Insurrección - El último de la fila

Llamando a la tierra - M-Clan

Hotel California - Eagles

La flaca - Jarabe de palo

La calle del olvido - Los secretos

Hace calor - Los Rodríguez

Ojos de gata - Los secretos

With or without you - U2

Sólo con mi pena - Manu Chao

Resistiré - El dúo dinámico

Cómo veis, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Tan pronto te destierra en esta isla del diablo, como te coloca en el camino señales que te confirman que Dios está dejando de apretar. Y te sientes bien ante una confirmación más de que nunca es tarde para cumplir sueños, incluso estando sentado en un enorme montón de mierda. Y como te has inculcado día a día que la vida sigue siendo hermosa, sientes como emerge una belleza adyacente a la adversidad y te dejas envolver por ella. Es ese “modo poesía” del que os hablé y que si te dejas, es decir, si te abres, te invade felizmente y te hace verlo todo de una manera más apreciativa, más hermosa. Y agradeces, aceptas, y sigues adelante.

Los arquetipos de Jung y la Resiliencia

Los arquetipos de Jung y la Resiliencia

Breve historia de un delirio

Breve historia de un delirio